Otra prueba decisiva del carácter del joven es la manera de procurarse dinero, ahorrarlo y gastarlo. Haz lo posible en la vida para no tener que pedir dinero prestado. Es difícil devolverlo después. Por lo menos debes aprender que, quien todavía no gana, sino que vive de lo ganado por otro, no tiene derecho nunca a pedir prestado. Prepara su propia perdición quien se acostumbra a préstamos.
“Las deudas dan a luz seres terribles. Mentira, vileza, conciencias degradadas, hipocresías, todo esto pueden producir. En las caras abiertas y francas, marcan muy pronto las arrugas. Clavan el puñal hasta el corazón del hombre honrado”. (Jerold)
Quien contrae deudas, es esclavo en cierta medida: hipoteca su libertad. Si no has pagado a tiempo, ¡cómo temes encontrarte con tu acreedor!... Bajas la cabeza y tienes que humillarte. Más vale acostarse con hambre, que levantarse con deudas. Porque tiene razón el dicho: “El saco vacío no se aguanta” y “a lomos de la deuda cabalga la mentira”.
No suele ser la bendición la compañera del dinero prestado. Es un hecho comprobado por la experiencia, que los hombres manejan el dinero prestado con más ligereza, que el ganado con el sudor de su trabajo. No pidas por lo tanto dinero prestado ni lo des tampoco.
En casos excepcionales, cuando se trata de necesidades verdaderas, naturalmente puedes prescindir de la regla: pero harás un favor a la mayoría de los que te piden dinero, si rechazas su demanda. Si se enfadan, no te pese; no eran modelos de amistad. Porque nunca debe poner a un buen amigo en una situación tan embarazosa, como es necesariamente la relación ingrata que se entabla entre un acreedor y el que le debe.
Se cuenta sobre un caso muy interesante de un viejo filósofo persa, a quien preguntó un joven monje: “¿Qué he de hacer? Los hombres me estorban muchísimo. Me quitan los minutos más preciosos”. El anciano contestó: “Presta algo a los pobres, pide algo prestado a los ricos, y verás que no te molestan más”.
¡Cuántos robos, engaños, estafas, degradaciones y suicidios se habrían evitado, si aquellos infelices no hubiesen manejado el dinero con ligereza en su juventud!
(Mons. Tihamér Tóth, “El Joven de Carácter”, Nueva Edición, 2009)
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