viernes, 26 de octubre de 2012

EVANGELIO según SAN LUCAS 12,54-59 : Discernir los signos de nuestro tiempo

Del Beato Juan Pablo II
Encíclica “Dives in Misericordia” § 15 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana rev.)

DISCERNIR LOS SIGNOS DE NUESTRO TIEMPO

La Iglesia tiene el derecho y el deber de recurrir al Dios de la misericordia “con poderosos clamores”(He 5,7). Estos poderosos clamores deben estar presentes en la Iglesia de nuestros tiempos... un grito que implore la misericordia en conformidad con las necesidades del hombre en el mundo contemporáneo... Dios que es fiel a sí mismo, a su paternidad y a su amor. Y al igual que los profetas, recurramos al amor que tiene características maternas y, a semejanza de una madre, sigue a cada uno de sus hijos, a toda oveja extraviada, aunque hubiese millones de extraviados, aunque en el mundo la iniquidad prevaleciese sobre la honestidad, aunque la humanidad contemporánea mereciese por sus pecados un nuevo « diluvio », como lo mereció en su tiempo la generación de Noé.

Recurramos al amor paterno que Cristo nos ha revelado en su misión mesiánica y que alcanza su culmen en la cruz, en su muerte y resurrección. Recurramos a Dios mediante Cristo, recordando las palabras del Magnificat de María, que proclama la misericordia “de generación en generación”. Imploremos la misericordia divina para la generación contemporánea...

Elevemos nuestras súplicas, guiados por la fe, la esperanza, la caridad que Cristo ha injertado en nuestros corazones. Esta actitud es asimismo amor hacia Dios, a quien a veces el hombre contemporáneo ha alejado de sí ha hecho ajeno a sí, proclamando de diversas maneras que es algo “superfluo”. Esto es pues amor a Dios, cuya ofensa-rechazo por parte del hombre contemporáneo sentimos profundamente, dispuestos a gritar con Cristo en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,24). Esto es al mismo tiempo amor a los hombres, a todos los hombres sin excepción y división alguna: sin diferencias de raza, cultura, lengua, concepción del mundo, sin distinción entre amigos y enemigos.





lunes, 22 de octubre de 2012

FRENTE A LA SUERTE

En el retrato de todos los grandes hombres se podrían inscribir estas palabras: “Supo querer”. A Santo Tomás De Aquino le preguntó su hermana: “¿Qué he de hacer para alcanzar la salvación eterna?” “Querer” – fue su lapidaria respuesta.


El joven no debe acobardase desalentado ante las dificultades, sino que debe mirar de frente los obstáculos que le cierran el paso. Por más nublado que esté el cielo, llega a salir el sol. Y por más crudo que sea el invierno, ha de llegar un día la primavera.

Los jóvenes nunca tienen que sentirse derrotados. Para los jóvenes, el trabajo, para los viejos, el descanso. Pero no desmayes jamás. Y adelante, con valentía, contra las dificultades. Muchas veces nos imaginamos las empresas mucho más difíciles de los que suelen ser. Y sin embargo, lo dice muy bien un proverbio inglés: “Nunca llueve tan fuerte como parece desde la ventana”.

Mira cuán sabiamente pensaba ya el pagano Séneca en este punto: Adversarum ímpetus rerum viri fortis non vertitanimun (1) “La desgracia no quebranta al hombre valiente”. Calamitas vistutis occasio est (2) “La desgracia es ocasión para la virtud”. Ignis aurum probat, miseria fortes viros (3) “El fuego sirve de prueba al oro, la miseria a los hombres fuertes”.

La historia de los grandes hombres ofrece en abundancia ejemplos muy alentadores. Hubo muchos que parecían tener conjuradas contra sí todas las fuerzas. Miles y miles de obstáculos se levantaban contra sus planes; pero ellos opusieron con noble ardor su voluntad de acero al sinnúmero de dificultades y vencieron. Donde la primavera es continua y la naturaleza siempre benigna, los hombre son indolentes y sin energías.

Ya he recordado antes qué calvario hubo de sufrir Cristóbal Colón yendo y viniendo con su plan por las cortes de Europa durante dieciocho años y cuántas intrigas se movieron contra él. Y gracias a su entusiasmo ideal, a voluntad tenaz, pudo vencer por fin todos los estorbos y emprender su gran viaje. ¿Sabes cuántos años tenía entonces? Cincuenta y ocho. Otros a esta edad ya se jubilan. Él, sólo entonces, puso mano al gran ensueño de toda su vida.

Beethoven, el gran músico, estaba casi completamente sordo cuando compuso su obra más excelsa, su obra maestra.

Moisés, el gran libertador de los judíos, no sabía hablar sino con dificultad; pero con la ayuda de Dios y con el humilde reconocimiento de su flaqueza, se hizo jefe del pueblo.

Por lo tanto, ¡no seas pesimista! No digas: “En vano emprendo cualquier asunto, nací con mala estrella, nada me sale bien”. No digas, como muchos: “A quien tiene suerte, hasta su buey le da terneros, y el desgraciado siempre se rompe la cabeza”. Si te persigue la mala suerte, encárate con ella y no cejes. No te cruces de brazos.

“¡Es la suerte patrimonio de los tontos!” Con esto suelen consolarse los perezosos y fracasados queriendo decir así: “Yo, en cambio, soy muy listo”. Los hombres son tan vanos, que siempre suelen echar a otro la culpa de su desgracia, cuando se deberían culpar a sí mismos.

Escucha cómo se lamenta el perezoso, si un condiscípulo aplicado se sabe bien su lección: “Claro está. Ayer recibió un pago el señor profesor. ¡Ah!, ¡Si nosotros tuviéramos pagos que regalar!...”. Pero no reconocerá nunca que el otro es diligente y por esto adelanta, mientras que él es perezoso y por esto se queda rezagado.

Escucha las quejas de un comerciante contra su compañero: “¡Claro está; tiene ya dura la piel! Mientras no sienta titubeos ante los fraudes grandes o pequeños, ante un engaño…”. Pero nunca concederá que el otro es quizás más diligente, más hábil y tiene menos pretensiones que él; no admite que el otro se abra camino, no por medio del pecado, sino por la virtud, con ánimo tenaz en el trabajo, con habilidad, con fuerza incansable, con previsión; y que él fracasa, no porque sea honrado, sino porque además es inhábil, cómodo, tal vez porque despilfarra las cosas con ligereza y no se preocupa de su negocio.


(Mons. Tihamér Tóth, “El Joven de Carácter”, Nueva Edición, 2009)

(1) Prov. 2.
(2) Prov. IV. 6
(3) Prov. V. 8



¡FUERA LOS ALPES!

En la vida de Napoleón encontramos un ejemplo excelente del gran poder que tiene la incontrastable voluntad para vencer increíbles dificultades. Cuando conquistaba países uno tras otro e imponía su yugo a los pueblos, le dijeron que Los Alpes cortaban el camino a su ejército. Y él contestó con tranquilidad: “Entonces, ¡fuera Los Alpes!”. Y en una región por donde antes no se podía dar un paso, trazó el célebre camino del Simplón. ¡Titánica fuerza de voluntad! Y si esta voluntad de acero se hubiera equiparado con una adecuada rectitud de alma y hubiese vencido su egoísmo inconcebible, es bien seguro que tan gran espíritu no hubiese llegado a la tragedia. Pero en él puedes aprender a querer con fuerza.


En la puerta de un castillo medioeval no hay más que esta sola palabra: Decrevi “Lo he decretado”. ¡Qué varón de férreas energías debió habitar en aquel castillo para escoger este magnífico lema! “Lo he decretado” – y ya está. “Venga lo que viniere…, pero lo haré”. Tú también debes ver, y antes de todo, tu objetivo con claridad. Pero una vez que te hayas propuesto algo…, o vencer o morir.

¿Qué quieres ser, un gusano que se arrastra en el polvo o un águila vigorosa? ¿Arrastrarte continuamente por el polvo del “quisiera”, debatirte sin fuerza, o bien lanzarte activo, cual águila, a las alturas transparentes? La vida corona tan sólo a los héroes, y en la cabeza de los soñadores, de los cobardes, coloca un gorro de bufón. Ad augusta per angusta. “Los senderos que guían a las alturas son estrechos”.

Cuando Petöfi, el 14 de marzo de 1848, escribió su célebre poesía (1), el original no empezaba con las palabras “¡En pie, húngaro; te llama la patria!”, sino “¡Adelante, húngaro, te llama la patria”. Uno de sus amigos dijo entonces a Petöfi: “No está bien así. Antes se ha de poner en pie al húngaro y sólo después se le podrá instigar: “Adelante, trabaja por la patria”. Y Petöfi cambió enseguida la magnífica poesía.

Tú también ponte antes de pie en medio de los deseos cómodos de los muchos “quisiera”, “me gustaría”; y después adelante. ¡Hazlo! ¡Quiérelo! ¡Trabaja!

Y no te des por satisfecho por los lamentos: “Soy débil, no podré lograrlo”.


(Mons. Tihamér Tóth, “El Joven de Carácter”, Nueva Edición, 2009)



lunes, 8 de octubre de 2012

CONSEJOS PARA VIVIR SIN ESTRES

Doña Estelita Montaño de De la Torre, es una señora muy particular, tiene 89 años, más los que siempre se quitó, o sea que ya está rayando el centenario.


Activa, autosuficiente aún, y sobretodo, muy, muy lúcida, dice que le ayuda el que todos los días se toma un vaso de tequila o de cerveza.

Ella vive en el centro de Saltillo, Coahuila.

Y un día, escuchando a su nieta comentar lo mal que estaban las cosas en su vida, en su trabajo, en su matrimonio, en el mundo, etc. etc., se acercó y le dijo:

"Mira, mija, pa´que dejes de andar quejándote, te voy a dar unas cuantas sugerencias pa' que vivas bien, y no nomás sobrevivas...  ¡Mírame a mí, estoy en la flor de la vida y me sigo riendo !

1.- Agradece por todo
No te quejes; da gracias a Dios porque estás, porque sigues y porque vives. Solo piensa que a otra gente ya se la llevó... ¡la vida!

2.- Cuando puedas comer... come,
cuando puedas dormir... duerme,
cuando puedas disfrutar... disfruta,
cuando puedas trabajar ....trabaja,
y si aún puedes, échate unos traguitos, juega con los hijos, haz el amor o pónte a silbar, a cantar en la ducha, y dá gracias a Dios porque tienes salud.

No vivas quejándote:    ¡¡ayyy si hubieraaaa!, ¡¡ayyy cuánto les di...! ¡ayyy si tuviera...! ¡cuánto sacrificio!, ¡No, m'ijita, altas y bajas siempre han habido y siempre habrán!

3.- Si en la noche no puedes dormir, sí das vueltas en la cama,
pues párate y pónte a hacer algo: arregla una gaveta, plancha tu blusa para mañana, pónte a leer,
porque si te quedas acostada con los ojos abiertos, vas a pensar puras pendejadas... Y lo peor es que luego las haces. O sea...

4.- Los problemas grandotes, esos que son del mundo, y que se oyen en la televisión, "que sí se está calentando el planeta, que sí a tal país ya se le llevaron los dineros, que si los narcos.....", ¿esos, mija?, mándalos a la m........ ¡¡No los vas a arreglar tú!    Deja que los que pueden, los arreglen.
Pero, tú... ocúpate de los que se ven más chiquitos, esos que sí están en tus manos.

Despabílate, aunque sea a ratos, atiende esos, los demás ¡¡a la p…. madre!!!

5.- Si te dan... agarra todo lo que te den. Agárralo, aprovéchalo, así sea un beso o una pendejadita,
porque uno vive pensando que las cosas las genera uno, pero no sabe de qué forma llegan... ¡así que tú agarra y no te acorbades!

6.- ¡Ahhh! pero eso si...  ¡No agarres lo que no es tuyo!
Ni la bicicleta, ni la cartera, ni el dinero, ni el marido o el amante de otra. Lo ajeno respétalo, es de otra; cada quien tiene lo suyo, ¡lo que se gana y lo que se merece!

7.- Lo que hagas,  házlo con ganas, con muchas ganas y mucho gusto, y házlo bien o no lo hagas  y déjate de pendejadas,  olvídate de las envidias;  tú a lo tuyo porque no sabes cuánto vales...

8.- Cuídate de las "amigas" muy vivas y aléjate de las tontas, que también meten en líos. Fíjate bien como son... porque en este mundo las hay malvadas... aprende a conocerlas y nunca seas como ellas..

Ayuda y escucha a tus verdaderas amigas y no hables mal de la gente.
Ten tu orgullo, pero no seas arrogante ni prepotente.
Sé humilde, no agachada;
sé valiente, no imprudente.
Cuando ganes, sonríe y cuando pierdas, no armes un escándalo, pero si te dan ganas de llorar, llora.

9.- Nunca te preocupes por lo que no tienes, por lo que no puedes comprar.
Cuántas que tienen todo el dinero del mundo están en la cárcel, enfermas de la cabeza o guardadas en un hospital; siempre asustadas e inseguras... O tienen un marido pendejo y no son felices.

Tú tienes algo más valioso: tu familia y tu salud.

10.- Manda a la m....... a la muerte.  Que sea ella la que se preocupe por no poderte llevar,
y no seas tú ... la que se preocupe porque ya te va a llevar.

¿Así ? ¿O más claro?

Y, por último, mijita, si la vida te dá limones ...
tú pide... ¡tequila y sal !
!!qué limonada, ni qué mierda!!_

LA MARAVILLOSA VEJEZ

No cambiaría mi amada familia,  ni a mis sorprendentes amigos, ni mi maravillosa vida, por menos cabellos canosos y un estómago plano.

Estoy en mi derecho de ser un poco desordenada, ser extravagante y oler las flores.

He visto algunos queridos amigos irse de este mundo, antes de haber disfrutado la libertad que viene con  hacerse viejo.

Me siento orgullosa por haber vivido lo suficiente para que mis cabellos se vuelvan grises y por conservar  la sonrisa de mi juventud, antes de que aparezcan los surcos profundos en mi cara.

Cuando se envejece, es más fácil ser positivo. Te preocupas menos de lo que los demás puedan pensar.

Ahora bien,  con sinceridad puedo decir:

¡Me gusta ser vieja,  porque me ha dado mi libertad!

Me gusta la persona en la que me he convertido.  No voy a vivir para siempre, pero mientras esté aquí,
no perderé tiempo en lamentarme por lo que pudo ser,   o preocuparme de lo que será.

“LO HE INTENTADO TODO..… EN VANO”

“Lo he intentado todo… en vano”


Muchos de desalientan y descorazonan, porque no distinguen entre el serio querer y el simple desear. Muchos jóvenes se quejan: “¡Cuántas veces he querido corregirme! ¡Cuántas veces esto, aquello!, pero ¡en vano!, no lo he logrado”.

Y es que no lo quiso, no lo intentó: sólo se lo imaginó: que sería así o asá. “Quisiera enmendarme…”, pero nada hizo para ello. Hay una diferencia enorme entre el “quisiera” y el “quiero”. El primero es un soldado pintado, nadie se asusta de él, mucho menos le temen tus defectos. El otro es un poder vencedor del mundo, capaz de triturar todas tus faltas.

En una hermosa tarde de primavera, un estudiante trabajaba junto a la ventana de par en par y de repente se posó en su mesa un coleóptero. ¡Pobre animalito! Se cayó y quedó patas arriba. El muchacho comenzó a observarlo. ¿Qué hará? Se revolvía, movía las patas, se meneaba, se debatía, pero no podía ponerse en pie. Es el “quisiera”. ¡Ah!, sí; si me quedo tendido me moriré de hambre; quizás me pisoteen. Luego con gran esfuerzo abre las dos alas, sobre las que había quedado tendido, saca sus rojizas alas membranosas, zumba, se mueve de nuevo… Ya se vuelve a un lado…, bien…, adelante…, es necesario, preciso, porque si no, me muero…; por fin ya está en pie…, y en el mismo instante ya vuela, triunfante, hacia las alturas, hacia nuevos horizontes. Es el “quiero”. El coleóptero se ha ido, pero de él puedes aprender cuál es la diferencia entre los lamentos del “quisiera” y el acento triunfal del “quiero”.

“Lo he intentado, ¡en vano!” No te enfades si lo digo sin rodeos: no es verdad; no lo has intentado. Te lo imaginabas tan sólo… “quizás o estaría mal probarlo”. Eres uno de los muchos que sólo son hombres a medias, ¡son tan numerosos en el mundo!, que no se atreven a dar inexorablemente con puño de acero en el núcleo vital de sus pasiones, sin lo cual nadie puede librarse de la estrecha jaula de los deseos instintivos.

“Lo he intentado”. Pero entonces, ¿por qué seguías mirando de reojo el fruto vedado que querías despreciar? Lo sabes. Por una triste experiencia sabes muy bien, cuán amargo gusto dejaron estos frutos en tu boca; y, a pesar de todo, te pesa dejarlos. ¿Por qué ibas cediendo un poquito, pero algo cada día, de tus buenas resoluciones, concebidas con noble entusiasmo?

¿Habría descubierto Colón América, si hubiese dado entrada al menor desaliento por el fracaso de sus primeras tentativas? ¡Cómo iba pordioseando de país en país, en busca de ayuda económica para su viaje! Se reían de él por todas partes, lo tenían por aventurero, por visionario, pero él se aferró resueltamente a sus propósitos. Tenía bastantes motivos para creer que, más allá del continente conocido no podía ser todo mar, sino que debía de haber más tierra; y emprendió el gran viaje, cuando sus contemporáneos pensaron que no lo verían más.

Ni tam difficile, qod non solertia vincit, “No hay obstáculo que no se pueda vencer con habilidad”.

Escoge la frase que tiene el escudo de Seeland, una provincia de Holanda. Este trozo de tierra, en su mayor parte, está por debajo del nivel del mar. Debe luchar continuamente contra las aguas. El océano llegó a cubrirlo varias veces, y, a pesar de todo, en sus armas ostenta las palabras de triunfo: Luetor et emargo “He de luchar, pero siempre quedo a flote”.

(Mons. Tihamér Tóth, “El Joven de Carácter”, Nueva Edición, 2009