En la vida de Napoleón encontramos un ejemplo excelente del gran poder que tiene la incontrastable voluntad para vencer increíbles dificultades. Cuando conquistaba países uno tras otro e imponía su yugo a los pueblos, le dijeron que Los Alpes cortaban el camino a su ejército. Y él contestó con tranquilidad: “Entonces, ¡fuera Los Alpes!”. Y en una región por donde antes no se podía dar un paso, trazó el célebre camino del Simplón. ¡Titánica fuerza de voluntad! Y si esta voluntad de acero se hubiera equiparado con una adecuada rectitud de alma y hubiese vencido su egoísmo inconcebible, es bien seguro que tan gran espíritu no hubiese llegado a la tragedia. Pero en él puedes aprender a querer con fuerza.
En la puerta de un castillo medioeval no hay más que esta sola palabra: Decrevi “Lo he decretado”. ¡Qué varón de férreas energías debió habitar en aquel castillo para escoger este magnífico lema! “Lo he decretado” – y ya está. “Venga lo que viniere…, pero lo haré”. Tú también debes ver, y antes de todo, tu objetivo con claridad. Pero una vez que te hayas propuesto algo…, o vencer o morir.
¿Qué quieres ser, un gusano que se arrastra en el polvo o un águila vigorosa? ¿Arrastrarte continuamente por el polvo del “quisiera”, debatirte sin fuerza, o bien lanzarte activo, cual águila, a las alturas transparentes? La vida corona tan sólo a los héroes, y en la cabeza de los soñadores, de los cobardes, coloca un gorro de bufón. Ad augusta per angusta. “Los senderos que guían a las alturas son estrechos”.
Cuando Petöfi, el 14 de marzo de 1848, escribió su célebre poesía (1), el original no empezaba con las palabras “¡En pie, húngaro; te llama la patria!”, sino “¡Adelante, húngaro, te llama la patria”. Uno de sus amigos dijo entonces a Petöfi: “No está bien así. Antes se ha de poner en pie al húngaro y sólo después se le podrá instigar: “Adelante, trabaja por la patria”. Y Petöfi cambió enseguida la magnífica poesía.
Tú también ponte antes de pie en medio de los deseos cómodos de los muchos “quisiera”, “me gustaría”; y después adelante. ¡Hazlo! ¡Quiérelo! ¡Trabaja!
Y no te des por satisfecho por los lamentos: “Soy débil, no podré lograrlo”.
(Mons. Tihamér Tóth, “El Joven de Carácter”, Nueva Edición, 2009)
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