lunes, 22 de octubre de 2012

¡FUERA LOS ALPES!

En la vida de Napoleón encontramos un ejemplo excelente del gran poder que tiene la incontrastable voluntad para vencer increíbles dificultades. Cuando conquistaba países uno tras otro e imponía su yugo a los pueblos, le dijeron que Los Alpes cortaban el camino a su ejército. Y él contestó con tranquilidad: “Entonces, ¡fuera Los Alpes!”. Y en una región por donde antes no se podía dar un paso, trazó el célebre camino del Simplón. ¡Titánica fuerza de voluntad! Y si esta voluntad de acero se hubiera equiparado con una adecuada rectitud de alma y hubiese vencido su egoísmo inconcebible, es bien seguro que tan gran espíritu no hubiese llegado a la tragedia. Pero en él puedes aprender a querer con fuerza.


En la puerta de un castillo medioeval no hay más que esta sola palabra: Decrevi “Lo he decretado”. ¡Qué varón de férreas energías debió habitar en aquel castillo para escoger este magnífico lema! “Lo he decretado” – y ya está. “Venga lo que viniere…, pero lo haré”. Tú también debes ver, y antes de todo, tu objetivo con claridad. Pero una vez que te hayas propuesto algo…, o vencer o morir.

¿Qué quieres ser, un gusano que se arrastra en el polvo o un águila vigorosa? ¿Arrastrarte continuamente por el polvo del “quisiera”, debatirte sin fuerza, o bien lanzarte activo, cual águila, a las alturas transparentes? La vida corona tan sólo a los héroes, y en la cabeza de los soñadores, de los cobardes, coloca un gorro de bufón. Ad augusta per angusta. “Los senderos que guían a las alturas son estrechos”.

Cuando Petöfi, el 14 de marzo de 1848, escribió su célebre poesía (1), el original no empezaba con las palabras “¡En pie, húngaro; te llama la patria!”, sino “¡Adelante, húngaro, te llama la patria”. Uno de sus amigos dijo entonces a Petöfi: “No está bien así. Antes se ha de poner en pie al húngaro y sólo después se le podrá instigar: “Adelante, trabaja por la patria”. Y Petöfi cambió enseguida la magnífica poesía.

Tú también ponte antes de pie en medio de los deseos cómodos de los muchos “quisiera”, “me gustaría”; y después adelante. ¡Hazlo! ¡Quiérelo! ¡Trabaja!

Y no te des por satisfecho por los lamentos: “Soy débil, no podré lograrlo”.


(Mons. Tihamér Tóth, “El Joven de Carácter”, Nueva Edición, 2009)



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